“Pero
el Señor está en su santo templo; el Señor aún gobierna desde el cielo.
Observa de cerca a cada uno y examina a cada persona sobre la tierra.
El Señor examina tanto a los justos como a los malvados y aborrece a los
que aman la violencia.” Salmos 11:4-5 NTV
Javier era un hombre que tenía una esposa y dos pequeños hijos. Buscando
tener una mejor calidad de vida para su familia decidieron ir a vivir a
otro país, pero lamentablemente, él no consiguió trabajo por mucho
tiempo y aunque su familia pasaba hambre él seguía confiando en que
Dios lo iba a ayudar.
El día que tanto esperaban llego, Javier encontró un buen trabajo en una
fábrica y su vida económica empezó a mejorar. Un día su supervisor lo
llamó a su oficina y le dijo que lo iba a ascender de puesto pero debía
hacer algo muy sencillo: Todos los días recibiría unos paquetes que
debían ser ingresados en el sistema pero debía dejar dos sin registrar.
Javier respondió: “pero eso no está bien, pues sería deshonesto de mi parte ocultar estos paquetes”.
Su jefe le pidió que lo pensara hasta el día siguiente y que si su respuesta seguía siendo la misma, debía abandonar la fábrica.
Javier estuvo toda la noche pensando en qué es lo que debía hacer, pues
su esposa y sus hijos estaban en riesgo de volver a pasar hambre y
todas las incomodidades ya sufridas y él ya no quería vivir esa
pesadilla nuevamente.
Al día siguiente Javier se presentó ante su supervisor y le dijo: “Por
mucho que necesite el trabajo no podría hacer lo que me pidió porque
Dios lo estaría viendo y de ninguna manera voy a fallarle”. Cuando
Javier se retiraba muy triste, de la oficina de su jefe, éste lo abrazó y
lo felicitó: “Eras el último en mi lista, ya me había desanimado, no
pensé que encontraría una persona honesta. Felicidades, eres el nuevo
gerente, necesito personas como tú en mi empresa”.
¿Quién no ha pasado una prueba como la de este varón? Hemos estado en dificultades pero Dios siempre nos ayudó.
Debemos comprender que cuando somos deshonestos nos engañamos a nosotros
mismos al no escuchar la voz de nuestra conciencia. Cuando nos
beneficiamos deshonestamente afectamos a otras personas y esto afectará
nuestra autoestima, porque la voz de nuestra conciencia nos acusará y
todo el tiempo sentiremos temor y culpabilidad aunque queramos
ocultarlo.
Cada día somos tentados a buscar nuestro beneficio pero no debemos
hacerlo deshonestamente porque, aunque nadie nos ve, Dios sí nos está
viendo.
Al igual que José, debemos ser muy claros en nuestras convicciones y hacer lo correcto: “¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” Génesis 39:9